Five Nights at Freddy's. 1 by Scott Cawthon & Andrea Waggener & Elley Cooper

Five Nights at Freddy's. 1 by Scott Cawthon & Andrea Waggener & Elley Cooper

autor:Scott Cawthon & Andrea Waggener & Elley Cooper [Cawthon, Scott]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ficción
ISBN: 9788419743077
editor: Roca Editorial de Libros
publicado: 2023-06-15T00:00:00+00:00


* * *

Cuando se despertó e intentó levantarse, cayó inmediatamente al suelo. Su pierna derecha no aguantaba el peso de su cuerpo como debía. Intentó ponerse de pie, pero era como si no tuviera músculos ni huesos. Sentado en el suelo, se tocó el muslo derecho y no sintió nada. Se dio una palmada y luego un puñetazo fuerte. Continuaba sin sentir nada. El brazo y la mano que había usado para darse los puñetazos también estaban entumecidos. ¿Qué le pasaba? ¿Sería algún tipo de enfermedad degenerativa que podría dejarle en una silla de ruedas el resto de su vida? Y, si lo era, ¿no era extraño que avanzara tan rápido? Tal vez ir al ambulatorio no había sido suficiente. Quizá debería dejar que Melissa le pidiese cita con el médico. Probablemente necesitara ver a algún tipo de especialista. Incluso si el médico le hacía daño, no podía ser peor que lo que sentía ahora. Se preguntó si, como su padre, había esperado tanto que ya era demasiado tarde para buscar ayuda.

Con gran esfuerzo, se dio la vuelta, puso las manos en la cama y se levantó. Caminó despacio, arrastrando la pierna derecha y dejando que la izquierda hiciera la mayor parte del trabajo.

¿Cuánto hacía que no comía ni bebía nada? No se acordaba. Agua. Al menos tenía que beber agua. Se arrastró a la cocina, todavía limpia gracias al buen hacer de Melissa, y cogió un vaso del armario. Lo llenó de agua del grifo e intentó beber.

Era una agonía. Tragar incluso un sorbo de agua fría era como tragar cristales rotos. Intentó vomitar en el fregadero, pero solo salió agua rosa con sangre. Había pensado en calentarse un poco de sopa, pero, si ni siquiera podía beber, comer iba a ser imposible. Además, la sola idea de tragar algo caliente le resultaba insoportable.

Su teléfono sonó, y entonces recordó que se lo había dejado en el dormitorio. Se arrastró hacia aquel sonido insistente; sin embargo, cuando llegó, ya había dejado de sonar. En el móvil ponía que quien lo llamaba era «Mamá». Conocía bien a su madre. Si no le devolvía la llamada, pensaría automáticamente que había muerto.

—¿Hola? ¿Stanley?

Contestó al primer tono.

—Hola, mamá.

Stanley intentó que su voz sonara normal, pero le salió una suerte de ronquido con un chillido ratonil hacia el final.

—Te noto fatal.

—Sí, todo el mundo me dice lo mismo.

Se tumbó en la cama para hablar. No había necesidad de gastar la energía necesaria para mantenerse erguido.

—Melissa vino a recoger a los niños después de estar en tu casa anoche. Me dijo que estabas hecho polvo.

—Anda, qué bien.

No había nada como saber que tu madre y tu hermana habían estado hablando de lo mal que te iba.

—No tiene gracia, Stanley. —Su madre estaba poniendo su voz severa, la misma de cuando se metía en líos de niño—. Cree que tienes que ir al médico.

—Esta mañana he ido a un ambulatorio, mamá. La enfermera me ha recetado unas pastillas. Aún no ha dado tiempo a que hagan efecto. Me pondré bien.



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